lunes, 29 de marzo de 2010

¡Abra-kadabra!

Transformado el, en la tibieza de las mantas adoptaba un carácter singular. Que mezclado con el caos del mundo en el que estaban todavía sumergidos, y la luz en el espíritu de ella, hacía estallar los vidrios de aquella habitación. Y el viento frío que movía las cortinas se volvía mas cálido que de costumbre.
En poco tiempo lograron acostumbrarse al silencio de las montañas que los rodeaban, al vacío que dejaban las frecuentes noches de tormentas, y a la sensación de plenitud que inundaba sus almas cada mañana al encontrarse enredados entre las mismas sábanas. El tiempo poco a poco curaba aquel dolor, que alguna vez hizo sangrar hasta sus entrañas.
Ahora el, yacía facinado con la delicadeza de su alma, lo que por momentos lo hacía vacilar. Porque las cartas dijeron que ella era como un soplo de aire, una burbuja que perdía con facilidad su rumbo, que quebraba con la rutina y las horas vacías. Y temía a que se esfumara su presencia, su calor, su sonido, los movimientos que hacía con las manos al hablar, y esa complicidad que los acompañaba desde hacía años. Pero el no sospechaba que ella desde el momento en que lo vio, pensó que había escapado de algún cuento de espadas y guerreros, de algún mundo encantado. Poniendo vida a todo lo que hacía, malabareando con los planetas que lo rodeaban, y creando magia en los mas ínfimos rincones del planeta. Siempre moviendose al compás de los tambores, y haciendo palpitar un corazón verde campo -como decía ella-. Quien se levantaba cada día con el alma dando brincos, oyendo su respiración, acariciando su pelo, y envuelta en los brazos de el. Tal como lo había soñado muchos años antes pero, esta vez, materializado al fin. Lo abrazaba fuerte, no quería dejarlo ir, y lo llenaba con hechizos de amores de lunas. Lo recorría de memoria por las noches, y hacía que sonría con conspiraciones amorosas que cerraban su antigua tregua con las estrellas fugaces.
Sus vidas regían fuera de los calendarios lunares. A veces duraban un suspiro, y otras alguna lluvia, o el calor del sol. Lo demás dependía de sus ganas de bailar, de la paz de sus espíritus, o los cielos del amanecer. Las miradas que gritaban pensamientos constantemente, y a veces la serenidad que envolvía sus corazones. Historias de príncipes y princesas que inventaban mientras reían a carcajadas por cuan absurdas sonaban. En fin, ese hombre con mano de pianista que por fin llenaba su corazón, alguna vez agotados por fracasos y carencias de amor, y la mujer de las palabras mas dulces a la hora de amar. "Abra-kadabra"


-¡Pero gritalo mas fuerte!

1 comentario:

Anónimo dijo...

cada dia te sale mejor, me siento "identificada" , es lo qe me gustaria qe me pase, aunqe todavia no me paso ..
te amo infinitamente. Borrega .