martes, 10 de julio de 2012

Yo, recuerdo





Y a veces, me dejo perder, (casi siempre eso). Pero otras me encuentra mirando alguna luna, algún cielo, alguna estrella explotando en el ayer. Y en la bruma de algún


 La luz blanca,
                    suave,
                              y tenue. El sonido del calor que viene desde afuera, es verano, el aire corretea limpio, abre las ventanas. (respiro)          
                                                                             Y luego,
                                                      el frió, mordiéndote los talones, aún antes de llegar, el frío.
Siempre frió.          
Y ese indescriptible aire blanco del pasado, es medio un sueño de neblina y viento, mucho viento, dentro y fuera, viento.

Esas nubes,
            ese humo,
                 el vacío
                         y el lleno.
                      La nostalgia, y cerrar los ojos.
Traigo.
Conmigo traigo.
En mis dedos. En mi mente. En el pecho. En las rodillas. Y detrás de los ojos. Un cosquilleo. En el cuerpo. Lo llevo. Lo traigo. Los miro. Los tengo. Los cuido. Y acá los guardo.                    
                                                                                                                      Yo, recuerdo.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Ídem-

¿Y si tuviéramos mas tiempo? Pensó mientras encendía un cigarrillo arrimado a la ventana de su cocina. La tarde caía ruidosa, pero se veía especialmente bonita desde su ventana. O si el tiempo no nos hiciera cambiar de parecer a otro tiempo, no nos hiciera lastimarnos como hacemos todo el tiempo, no nos hiciera alejarnos hasta dejarnos sin tiempo. Y sin lugar. Y sin nosotros (¿nosotros? -ver-) y sin puestas de sol tan bonitas como la de aquella tarde. Uno, dos, tres, cuatro, ... , cinco colores podría distinguir. Las fotos, recordó. Nosotros, se dijo a sí mismo, casi creyendo en ella. Enteros. Concisos. Completosconcomplementocompleto. ¿Y si tuvíeramos mas tiempo? Anotó en su mente. Maldito atormentador de corazones rojos, de rojos esmerilados, de vidrios esmerilados, de frágiles. De corazones rojos, de vidrios esmerilados en almas frágiles. Mio. Tuyo. Dueño y responsable de vidas, y sueños, y promesas, y rezos, y plegarias. Y tristezas, y lágrimas escondidas en almohadas, y suicidios, y cartas nunca escritas, y palabras perdidas, y besos guardados para Nadie, y mas lágrimas en plazas, y bosques sin verde. Y claro está, gente que queda libre, o piedra libre al que pierde vuelos, o vuela hacia el lugar incorrecto ( o correctoincorrecto), el asiento, la línea, y el Otro, o el Nadie, o el Todo, que en fin, se resume y varía en uno, no mismo, pero lo que conocemos, dos manos, dos piernas, una boca, tangible, y del resto, hoy no estamos en condiciones. Llamémoslo Ídem, persona Ídem. Muchas palabras para un solo cigarrillo se dijo a si mismo, mientras se acercaba al celular que marcaba quince minutos de retrato, para variar, si quería llegar a horario a la parada. Y todo, deriva en un único responsable que prevalece en sí mismo, y vive, y crece, y controla, y no muere eh. Sino que va a vivir quien sabe, en algún sobrino, o nieto, hijo, o amigo o quienseaqueandeperdido, en busca de alguna razón de ser, o probablemente, en un lapso de extrañamiento de algún alma que sin excusas se tornó lejana. Ahí aparece, dícese casualidad, o causalidad, quién sabe, escondido en algún rincón del cajón: una maya que varía + una pila + dos agujitas, una corta, incapaz de moverse con velocidad si lo deseamos, y una un poco mas larga capaz de crear demencias y tormentos a espíritus inestables + un vidrio (no esmerilado, o tal vez si, quiensabe) encargado de protegerse de torpesas. Casi tan completo como un cuerpo, casi tan real como tomarse de las manos, en una lucha de poderes con el sol, explosiva como la bomba mas sofisticada y jamás construida, pero cabe en la palma de mi mano. Tic-tactic-tac.

jueves, 19 de enero de 2012

Tomar el lapiz.

Ahí estabas, estábamos, vos aligerando tu mochila después de varios vasos de vino, sonreías, y hablabas, y reías, yo también lo hacía, envuelta en una frazada, y ardida de sol de mediodía, con un vaso de vino a medio terminar sostenido por las dos manos, te escuchaba atentamente, te observaba desvestirte arrancándote a pedazos eso que no abriga, ni cubre, pero pesaba y hasta dolía. Y escucharte, aceptar esa tacita invitación a tu mundo de demonios y olvidos de tu vos, y confiabas como quien confía en las aguas mas calmas, sin secretos, burlándote del lado mas absurdo de tu propia vida, poniendo sobre la mesa los platos rotos, los sueños olvidados, y las treguas con vos mismo, hablando con vos, conmigo. Mas vino, no queda, creo que queda uno mas, voy yo, vas vos. Te alejas, tarareando algún tema que no logro distinguir. Te veo a la distancia, en las dos distancias, respiro. Con una ráfaga de viento recuerdo lo que acabas de decirme y lo siento casi como si me lo hubieras contado una y otra vez desde hace años. Mi cuaderno yacía a mi lado, un lápiz casi sin punta se apoyaba sobre el, pensé en vos, pensé en aquel momento, en lo bueno sería que siempre podamos ser conscientes de que vivimos, a veces hasta casi sin dejarnos respirar, y para los melancólicos, quedan migajas con sabor a postre de naranjas. Y sin dudarlo, recoger del suelo tus palabras, sostenerlas, observarlas, creer en ellas. Tomar el lápiz, abrir el cuaderno, elegir una hoja en la oscuridad, intentando no escribir sobre dibujos, sobre letras, y las palabras que brotan casi como un rito, como un conjuro, para su mente, que se borren las voces de su cabeza, que no lo atormenten por las noches, ni tampoco por los días, ¿divido en mañanatardenoche? Que no lo atormenten, que las voces de su cabeza no lo atormenten, ojos cerrados, abro, la hora de las luciérnagas pienso –o la hora de los deseos- sonrió, y el mío se va montado en un avioncito hecho de estrella. Que vuelvas contando alguna historia, con una botella de vino en tu mano derecha, ríes, sirves, te sientas, te miro, la luna en tu frente, en tus ojos, en tu pelo, en tus manos, la luna en casi todos los costados, otra vez, tus manos, que toman la guitarra casi de manera automática, mientras que el mundo, el mío, y creo que el tuyo también, se llena de luna. Color luna, sonido luna, viento luna, y ese cosquilleo interno del color piel luna, el cuaderno yace a mi lado, un lápiz casi sin punta vuelve a apoyarse sobre él.