martes, 1 de diciembre de 2009

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(...)Y en ese momento, el sintió una revolución en su ser, un cosquilleo que pasaba por todo su cuerpo y lo recorría hasta la punta de los dedos de los pies. Y que luego, suavemente, se deslizaba por los pliegues de la sábana que los cubría.
El, por momentos se preguntaba cuando fue que habían cambiado el rumbo de las cosas que en realidad deberían pasar. Un rumbo que el había planeado detallada y estratégicamente, y que sin pensarlo se había comenzado a desmoronar. Ya que el, había comenzado a fundirse en el alma de aquella maga solitaria que estaba a su lado. Ella, que ahora acariciaba suavemente su cabello y se enredaba con gracia entre sus piernas. En ese momento no pensaba nada, sus ojos permanecían cerrados, serenos, pero no dormía. El la observaba con calma, repasaba los detalles de su rostro, disfrutaba verla en esos momentos, ella bajaba ese escudo que corrompe, que lleva a todo el mundo por delante, sabía que el podía protegerla, , sin darse cuenta comenzaba a dejar dulces huellas sobre su espalda.
En aquel escenario donde la música de blues se oía a lo lejos, la luz tenue se mezclaba con el aire que aún estaba cargado de un humo que los volvía transparentes y de cristal. Las cenizas inundaban el único cenicero de la habitación, y un aroma mágico yacía en el sabor de sus labios. Los tambores de sus cuerpos latían al compás de los sonidos, y los primeros rayos de la mañana comenzaban a verse a través de las cortinas.

-¡Hasta sin besos nos hemos quedado!
(Risas)

1 comentario:

Anónimo dijo...

siempre haciendo un mezclum de artes con finas hierbas. te amo
borrega.